martes, 3 de enero de 2017

LAS ARTES PLASTICAS: POR LA CALLE DEL MEDIO





Texto publicado en el diario Juventud Rebelde, La Habana, 29 de junio de 1988, p.9.

El pasado 23 de junio Soledad Cruz publicó un comentario que tomaba como referencia inicial la emisión del programa televisivo Entre Nosotros, dedicada al arte en la calle y las acciones plásticas, para analizar no tanto el programa en sí, como las obras y propuestas a que hacía alusión. Desde un inicio afirmaba que le encanta el arte que polemiza con la realidad, pero que debe hacerlo con los recursos artísticos, dando por sentado que la acción plástica no merece ser considerada parte de tales recursos.
 
Pero va aún más allá al tratar de demostrar la invalidez de ese recurso, alegando el poco esfuerzo técnico –en su sentido tradicionalista académico– que exige al artista la realización de la obra: es este un razonamiento muy similar al que seguían los detractores de Picasso cuando afirmaban que cualquiera podía pintar sus “mamarrachos”. Hoy la obra del maestro está colgada en museos importantes, y para la gente que no va a la esencia de las cosas ello es suficiente prueba de la genialidad del pintor.
La acción plástica es una opción que no exige tanto un público formado artísticamente –factor que se ha llegado a hiperbolizar como limitante de la comunicación– como un público creativo, dispuesto a la actividad lúdicra que presupone este arte. No todas las obras mostradas en el parque de G y 23 eran óptimas en su estructuración del discurso plástico –muchas veces se cometió el error de exponer cuadros, convirtiendo el parque en galería al aire libre– sin embargo, la periodista cita precisamente uno de los ejemplos más logrados, como negativo; aunque su autor no pintó ni dibujó realmente, comunicó al espectador su crítica al uso de la guayabera como símbolo y atributo sublimado de cierta capa social (los funcionarios). Por otro lado preguntaría: ¿es la novedad de una fórmula artística lo que garantiza su validez funcional? ¿es la carta de nacionalidad lo único que la autentiza? ¿para ser original el artista debe inventar un lenguaje privado, de uso exclusivo? De ninguna manera: un concepto artístico puede haber surgido hace 20 años y ser perfectamente funcional en un momento dado, en relación con los intereses del creador y el contenido que pretende expresar.
En otro orden de cosas añadiré que la actual plástica cubana es una activa síntesis del arsenal artístico contemporáneo, sin extrapolaciones mecánicas ni mimetismo y que, precisamente ahora, la plástica se ha vuelto por completo hacia la realidad nacional –aunque no recurra a la representación de paisajes con palmas, guajiros con sombreros de yarey o mulatas exuberantes– lo cubano contemporáneo ya no es sólo eso y me atrevería a decir que es fundamentalmente otra cosa, en tanto el carácter nacional evoluciona, fluye y se enriquece constantemente.
Otra de las cuestiones aludidas por la periodista me hace pensar que tuvo noticias muy poco fidedignas de lo acontecido en el parque, pues durante la semana que duró la actividad, allí nadie se exhibió desnudo ni orinó en presencia de los demás; afirmaciones sumamente irresponsables, dado el criterio negativo que puede formar en aquellos espectadores que sólo asistieron un día o no pudieron hacerlo. Ello, más que una crítica al arte, parece un boicot.
Resumiendo, Soledad Cruz recaba a “los verdaderos artistas plásticos” –al parecer considera a estos del parque como una especie de saltimbanquis o algo similar– que “hagan propuestas artísticamente revolucionarias de arte en la calle”. Y sucede que la idea del arte en la calle es en sí misma, intrínsecamente, revolucionadora del concepto artístico, máxime esta manera en que lo asumen hoy tales creadores, superando con creces las expectativas elementales de otras experiencias que buscaban una finalidad, no ya lúdicra, sino más bien de distracción, como fue el caso de la actividad celebrada en otro parque del Vedado durante la II Bienal de La Habana.
El arte, a diferencia de la ciencia o la economía, es difícil de planificar o controlar estrechamente y sus avatares dependen en gran medida de los del medio en que se desenvuelve el artista. Es por ello que analizar esta experiencia en forma chata y fenomenológica, sería negar de plano su valor y vetar una opción donde lo artístico y lo sociológico se complementan y condicionan de manera esencial.
Rafael López-Ramos

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