Las ciudades como entes vivos, lógicamente, tienen nacimiento y sucesivas edades. Su fisonomía se va dibujando al calor del anhelo constructivo de fundadores-continuadores y, desde luego, en cada uno de sus rasgos transpira la dinámica de los mismos. De acuerdo a su rango intermediario suelen ser ciudades paradores o ciudades tránsito y si resultan ser crucero de los desplazamientos demográficos se convierten en ciudades diáspora o ciudades repositorio.
En el caso de Miami, cincuenta años de afluencia diaspórica explican su propensión a las indefiniciones urbanas, palpable en las conocidas dislocaciones de explanadas y la desgeometrización de horizontes y niveles. Como se sabe, ha sido emplazamiento que ha crecido radial y centrífugo como un extenso campamento de refugiados, descentramiento que tiene mucho que ver con el imparable flujo babélico que sucesivamente ha ido adicionando estructuras yuxtapuestas a la panorámica de la ciudad. Esa amalgama la hace excepcional porque pocas urbes se construyen desconstruyéndose de esta manera, como si fuese un síndrome morboso del caos postmoderno. Quizás, esa sea la ofrenda de un territorio que ha negociado los encantos naturales a cambio de un asentamiento social cuyo karma será ver naufragar el destino de provisionalidad para resignarse al enclave definitivo. Pensemos en cuánto habitante de este pantano hormigoneado no ha experimentado que hacerse miamense es una trayectoria mortificada por el continuo deshacer de valijas para retornos que se consideraban inminentes.
Cuando se habla de Miami, como la mayoría de los conceptos contemporáneos y publicitados, no pocos acuden a la provisión de cifras: superficie de 4 118 km², temperatura media en verano de 28,6º C, población de 2, 500 000, 65,8 % hispana, principal código telefónico 305, ingreso económico de 13 billones de dólares anuales, 5.4% de desempleo, 90 parques de casas móviles que albergan unas 100 000 personas de bajos recursos, 8 500 desamparados, quien sabe cuántos inmigrantes ilegales refugiados en los efficiencies… Pero ninguno de esos datos la hace más comprensible. Son apenas signos que acompañan inertes a la metrópolis que no llega a ser metrópolis. A la ex aldea irreversible. Joven ciudad que pare microciudades con intentos de barrios que no cuajan, carentes de plazas públicas y espacios espontáneos de comunicación. Territorio que aún no ha tenido pausa para reivindicarse en expectativa y cuya arquitectura es una colosal apología de la descolocación.
En Miami, la congregación, de tan accidentada, prospera en una especie de culto privado, porque esta ciudad donde realmente palpita es en el ritual íntimo. Justo de esa vida interior es que emerge el Miami de las utopías. La Youcernar alguna vez escribió “…mis memorias, mis ciudades han nacido de encuentros…” y es así como se teje la mística de Miami, a través de aproximaciones que, a diferencia de las urbes históricas, no acontecen entre cantería musgosa y lapidaria romántica. En Miami, incluso, habrá que sobrepasar la veleidad y los sopores del clima para llegar a emular con aquellos idilios de socialización premodernista, sometidos ahora a la climatización permanente del aire, a riesgo de que el acto de compartir temperamentos se limite a un soplo tibio.
Miami se hace cotejo de analogías. Sean flashbacks de La Habana, Caracas o Barcelona, todas atracan en la inmediatez. Miami se hace veneciana, se abrasileña o se newyorkiza. Pocos territorios como éste pueden transmutarse en tan breves lapsos mediante el ceremonial evocativo. Visto así, esta ciudad fluye como un concepto mutante, cuya resemantización está vinculada a la transterritorialidad de sus pobladores. Para el inmigrante, es un conglomerado que puede regenerarse cada semana, de acuerdo al descubrimiento gradual y a la capacidad de asumirlo o rechazarlo, percepción que se repite en miles de seres que alguna vez hemos debutado como miamenses. Y esas entradas y salidas emocionales le van imprimiendo el espíritu diferenciado como núcleo social.
Comúnmente, al principio esta ciudad tiende a sopesarse como una suma de carencias. Sus primeras visiones suelen ser desoladas, desprovistas de olores identitarios. A vista de avión se extiende como un manto monótono sin los encantos del relieve. Faltan las referencias concéntricas que conmuevan la memoria de la comunidad. Nada de estatuarias suntuosas, ni monumentos de excepción. Casi la anticiudad. Son estas las privaciones que pulsan la urgencia de la espiritualidad recóndita, lo perentorio de reinventar a Miami como territorio paralelo.
La fabulación logra consolidar lazos de recíproca posesión. Cuando el miamense viaja y aplica ciertas lecturas de comparación, constata aquella premonición de Kavafis de que “la ciudad te seguirá” y es que en la confrontación culminamos registrando los aspectos hasta entonces inéditos de la Miami que aparentaba haber quedado atrás.
Se redescubren los fulgores y la contigüidad oceánica, la narración entre el subsuelo y el cielo, la naturaleza que pugna por no dejarse devorar por las estructuras, la bohemia mediatizada por un provincianismo que la hace plaza con sosiego, la idiosincrasia púber… referentes de una pertenencia inesperada que se glosa continuamente desde la fantasía. Así irá revirtiéndose la naturaleza de una filiación hasta entonces impostada. Un paisaje que comienza a reconocerse menos fútil, como el cuerpo apetecido que por fin se nos desnuda.
La antropología de lo miamense ha de tomar en cuenta la diversidad y lo provisorio a escala de etnias e individuos. Para el candidato a la permanencia, aunque no la sienta ciudad progenitora, puede llegar a experimentar un sentido de genealogía maternal, sobre todo si la personaliza en su universo íntimo. Al ser comúnmente escenario de rupturas biográficas y giros hacia el futuro, Miami se hace huella emocional. En sus confines se recompone vida y memoria de mucha gente que es, en definitiva, lo que representa el surtido vernáculo. Ese acontecer visceral hace vibrar la densidad de sus estructuras. Es lo que la distancia de ser tráfico e intermitencias de neón para convertirse en bombeo de linfa cotidiana.
Todas las transacciones entre sujeto y ciudad bien pudieran transcurrir inadvertidas, de acuerdo a lo que aventuraba Italo Calvino que “nada de esto puede ser visto por quien mueve sus pies o sus ruedas sobre el pavimento”. Pero ello, en verdad, es objetable.
14 comentarios:
Te quedo bien todo Rosado,Felicidades por el show y su cobertura...
Nina Haguen
Gracias, Nina, pero los bacanes de esta peripecia son ustedes. Sin la calidad de sus propuestas ni hay curaduría, ni hay promoción. Ustedes son los que realmente están diciendo "Miami también es otra cosa".
Muy buena muela Jesu. Y las fotos intercaladas Lirios.
Gracias RI, esas fotos las hice precisamente desde el carro de Jesús, entre mayo y julio del 2007.
Gracias, ri. Miami inspira. Ya saben, muchachos, de acuerdo a Rafa mi perol es un fotomóvil eficiente. Lo alquilo con chofer y todo.
vaya,rafa,tu obra hoy en portada de cubaencuentro. me cuadran los rafaélicos miamenses
Muy bueno, JR. Interesante que Calvino sigue saliendo, lo que no nos hace calvinistas.
Excelente!!! Jesús. Gracias por compartir ese texto, por acercarme mas al evento y al Miami diverso de hoy que no es el mismo ni se escribe igual que aquel Miami que viví, disfruté y padecí hace diez años. Un abrazo desde la pradera americana.
Texto sobre carros americanos en el arte cubano de C. Beltrán en Penúltimos Días punto com. Come and discuss.
Rosado, te congratulo por este ensayo sobre la ciudad. It´s one of the most thoughtful writings he leido en el tema. There are little soul people trying to make fun on you and LR, but we know why they/he is so ass itching about you guys.
Just keep the great work up and thank you for enriching this madly metaphoric city!
Gracias, at, juan-sí y alfalfa. Creo que aún con vuelos poéticos y todo estaba intentando decir cosas objetivas sobre esta patria paralela que se nos ha convertido Miami. Y en cuanto a esos infelices, alfalfa, que aspiran a la parodia insana, hay que dejarles hacer porque con su mediocridad también promueven la memoria del evento. ¿Qué podemos pedirle a gentes que por su espíritu retorcido malviven autoexcluyéndose o siendo excluídos o son objeto de burla de las circunstancias y de sus semejantes y hasta la propia vida le pega los tarros? Sobre todo eso, el trauma de unos tarros célebres, originados por su pobreza ética y la ya conocida limitación anatómica. Hay que comprender entonces por qué se revuelcan en su naturaleza inferior. Oremos por ellos. Nosotros...prosigamos haciendo cultura.
Yo sé a quién te refieres...mas claro ni el agua. Bravo!!!!! a la parodia insana desde el anoni-mato y cargada de mala leche, se le responde de frente.
METATRANCOSO!!!!
Otis, rodrigomartinez464 es tu nueva identidad?
Ya sabemos que Otis fue por los elebadores, cuentanos de ese 464 al final.
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