En la escultura-instalación “Deseo”, la humilde casa tradicional cumple la función de imagen bisagra que une los planos del cielo y el mar, de punto en donde confluye la pura dispersión del panorama de la playa. Los imaginary landscapes de Jorge Mayet son la copia pictórica de versiones digitalizadas de la manigua, o del cielo y el mar empujados por la corriente del Golfo. Con un pequeño centro a veces (un rayo de luz auroral, un rayo de tormenta), más que evocaciones son fragmentos de un tapiz anímico infinito. Por la masa del detalle, en su parte aérea, las esculturas de Jorge Mayet aspiran a ser el árbol de la escenografía de un sueño. En su parte subterránea, estas mismas esculturas, llegan lastradas por la carga anímica. Especímenes de la flora cubana, miniaturas sobre un palmo cuadrado de tierra, estas encarnaciones de lo concreto y lo portátil acaban en el limbo de una paradoja: una vez instaladas se quedan definitivamente suspendidas de hilos invisibles.
Como todo lo que hace referencia a la vida del campo, la imagen flotante de “el Bohío” pertenece, en principio, a un pasado remoto. Aun así, las cuatro paredes elementales levantadas sobre tierra roja constituyen el origen de algunos, por no decir de muchos. Hay cubanos que viven en un bohío. Y hay cubanos dentro y fuera de Cuba que vivíeron en un bohío. Recuerdo endulzado por el idilio, el bohío aparece rodeado por una ambigüedad: nadie acepta y nadie reniega de esa casa de campo de donde proviene. Al tiempo que se dramatiza su inclusión bajo el ancho voladizo, en las fotos de las primeras décadas del siglo veinte se ve al guajiro posando a la puerta de su bohío. Se trata de documentos antropológicos en los que se produce por partida doble la desaparición de la figura del guajiro: en el espacio arquitectónico y en el tiempo fotográfico. The womb ( la cubierta de hojas de palma como una superexcrecencia de la madre de la tierra) and the tomb ( el bohío como la célula mínima habitable y como una urna). Esa desaparición en el llano es un elemento más de una serie de desapariciones cubanas: en la sierra durante la Revolución, en el mar en la actualidad, quien sabe dónde en el futuro.
Por su parte, las embarcaciones fabricadas con materiales de desecho pueden verse como esculturas neumáticas, como freedom-making machines productoras de un estilo absoluto de experiencia que tiene como única salida la vida o la muerte, las costas de Florida o el naufragio. En consonancia con ello, la choza blanqueada y parda, el emblema de la exaltación campesina, se dirige de noche hacia lo monocromo. De la manera aproximativa con que permiten hacerlo las contingencias del mundo real (en esta caso las luces de South Miami), el entorno de “el Bohío” tiende a alcanzar el azul oscuro. Es la ascesis necesaria para que la obra pueda convertirse en un rito nocturno. La desaparición, incompleta y llena de incertidumbre, en el color oscuro por excelencia, y finalmente la transfiguración en una luz, constituye una trayectoria de acuerdo con las potencialidades implícitas en el objeto primigenio.
El bohío: un receptáculo en el momento de su vuelta al revés, de volcarse hacia afuera por la parte de arriba, una membrana blanca que sufre una exteriorización cíclica de la entraña, un maelstrom de hoja de palma en el acto de engullir el alma del guajiro. “El Bohío”: el retorno de un icono histórico-antropológico bajo la forma de una máquina silenciosa, como un teatro del subconsciente colectivo.
Sebastiá Camps
Escritor, comisario de arte y crítico de arte
Escritor, comisario de arte y crítico de arte
2 comentarios:
Linda obra mas apropiada para una bienal que para la feria baselina
Esta bueno pero lo mejor de todo fue la ex-pocision de pinturitas de Toy-rack
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