MUCHACHO QUE CORRE
(escena final del filme
Los 400 golpes, de François Truffaut)
UN muchacho corre hacia el bosque.
Lo persiguen, pero no logran darle alcance,
su miedo es más veloz,
su deseo de libertad más poderoso
que las piernas de un guardián.
Un muchacho parecido a ti,
con el mismo color de tus ojos,
con ideas similares a las tuyas
escapa hacia el bosque.
Un muchacho entre millones de muchachos,
con padres que lo aman o lo odian,
con amigos sinceros o hipócritas,
con maestros que le hablan o gritan.
Un pobre muchacho llamado Antoine,
que en otro idioma y otro país cualquiera
serías tú
–tú mismo corriendo hacia el bosque,
tú que jadeas y huyes hacia ninguna parte–.
Nadie logra detener a un muchacho que se evade,
uno que escapa de sí y los demás.
Son cuatro minutos corriendo en la pantalla,
cuatro minutos en los que la cámara
–con un largo y poderoso traveling–
lo sigue de cerca,
hasta que en su tenaz y atropellada huida
por fin alcanza
lo único que se interpone
entre él y el mundo:
la oscura y memorable visión del mar.
José Pérez Olivares
Los Poemas del Rey David, Tierra de Nadie Editores, Jerez de la Frontera, 2009
...y la mala hierba del patio. El arte cubano, los años 80, las historias vividas, los paisajes recorridos y los por venir
viernes, 26 de abril de 2013
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