domingo, 20 de mayo de 2018

ARTISTismo -o cómo lidiar con el mundo del arte en el Siglo XXI



(English version follows)

El siglo XX comenzó con un gran realce del artista como
shamán y mago de la creatividad, cobrando por primera vez en la historia moderna, cierta importancia en la dinámica de poder dentro de este campo. Pero durante la segunda mitad del siglo, el mundo del arte se fue corrompiendo exponencialmente, entre el fermento del mercado más desregulado y el campo que produce los criterios de valor más subjetivamente; un proceso que ha tenido al arte como principal víctima y al artista como daño colateral.

Este fenómeno se hizo más notorio en la última década,
tras la implosión de la llamada "burbuja del arte contemporáneo" generada por la inflación de precios y la fabricación de figuras señeras, cuya obra no estaba realmente al nivel magistral que el mercado le confería. Eso hizo que las casas de subasta centraran su atención en el arte modernista, el asidero más sólido que encontraron para poder mantener su maquinaria funcionando. Después, algunas grandes galerías siguieron su ejemplo y captaron artistas que hacían algún tipo de arte con sabor modernista, lo que resultó en la creciente ola de arte formalista (el crítico Walter Robinson lo calificó como Formalismo Zombie), inundando ferias, revistas, galerías y museos de arte.En una atmósfera plagada por esta especie de "Modernismo pasado por agua" (le llamo también After Modernism), nada más apropiado que un manifiesto -el gesto Modernista per se-, y sustituír el dicho de Ezra Pound "Hazlo nuevo" (que encarnó el espíritu de ese periodo) por "Hazlo bien", no como un grito de guerra, sino como un susurro de esperanza para el futuro del Arte, tan importante para la salud espiritual de nuestra civilización, que se está transformando rápidamente bajo la influencia de las nuevas tecnologías, aunque no necesariamente deba perder su alma en el proceso, pues puede incluso crecer y expandirse, si las usamos sabiamente.

Por otro lado, las galerías favorecen cada vez más el trabajo de aficionados
con dinero (que ven al arte como buena idea de negocio, considerando la correlación entre horas de trabajo, costos de materiales y precios de venta), sobre la obra de creadores experimentados que, a veces son invitados a exponer junto a aquellos, sólo para prestar su aura y ser una especie de facilitadores de ventas a quienes pagan las paredes por pies cuadrados.

Por lo tanto,
haciendolo bien podríamos enmendar la posición impotente que nos ha sido designada, y tal vez incluso cambiar las reglas a nuestro favor, para que todos los artistas, jóvenes y viejos, graduados o autodidactas, puedan prosperar con su arte, sin importar que no sigan las viejas fórmulas revividas por la nueva moda formalista, o no puedan ni quieran pagarse paredes en galerías y ferias. No es necesario otro "Ismo" en pos de la experimentación y novedad formal (algo que ya se hizo hace un siglo) sino crear un movimiento capaz de agrupar y empoderar a artistas que creen formas excelentes, cargadas de contenido y sustancia -lo cual ha sido por siempre la esencia del gran arte, desde la antigüedad a la contemporaneidad.Los artistas somos los mejor equipados para distinguir lo real de la patraña en nuestro campo específico, y quizás sea este el mejor momento para usar ese ojo crítico por nuestro propio bien. Validemos el arte de nuestros colegas que así lo merezcan, para no seguir permitiendo que otras personas decidan quiénes son los maestros y artistas geniales que recibirán los elogios y el dinero -usualmente excesivos para sus cuestionables obras, pero perfectas en su rol de productos destinados a alimentar un mercado manipulado. Los artistas debemos recuperar nuestro lugar en el mundo del arte, y en la sociedad en general, ya que somos los que creamos ese objeto suntuario, ese rubro comercial, que resulta aún más valioso cuando lo tratamos como materialización de la inteligencia, la sensibilidad y la espiritualidad del grupo humano específico al que pertenecemos, y de toda la especie humana.Siguiendo el ejemplo del Salon des Indépendants, (creado en 1884 por los impresionistas cuando sus obras fueron rechazadas por el salón oficial de la Académie Royale de Peinture) nos podremos librar de los especuladores y estafadores que inventaron un mercado que nació torcido, y crear nuestro propio mercado artístico, alternativo, acorde a nuestras necesidades e intereses. A pesar de ser el arte una profesión muy competitiva, debemos dejar a un lado la competencia y practicar más la cooperación. La competencia nos debilita y divide, la cooperación nos fortalece y engrandece como artistas y como personas.

Organicemos nuestros propios grupos de acuerdo a las afinidades personales y artísticas, realicemos y curemos nuestras exposiciones independientes, recurriendo a nuestros propios medios, que son muchos, aunque no incluya un gran capital financiero, pero contamos con un capital igual de importante, las relaciones y contactos en los más diversos estratos de la sociedad, la creatividad con la que podemos enfrentar los más diversos retos en la producción de cualquier evento y, por su puesto, nuestro intenso deseo y necesidad de difundir nuestro trabajo y triunfar con él, comercializándolo honestamente, a precios igualmente realistas y dignos. Al agruparnos sustituiríamos el concepto de “genio solitario” del Modernismo por el de Genio Colectivo: multiplicado sinérgicamente por la unión, nuestro alcance total es mayor que la simple suma de los individuos.

La otra opción sería continuar quejándonos y criticando los desmanes del mundo del arte, ello nos brinda efímero alivio psicológico; una momentánea catársis y la posibilidad de que todo siga igual.

Rafael López-Ramos

P.S.- Algo más que podemos ir haciendo es abogar porque se aprueben estas dos leyes en el Congreso de los Estados Unidos:
- Artist-Museum Partnership Act
- The Artist's Resale Royalty
   
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ARTISTism -or how to deal with the art world in the 21st century

The twentieth century began with a great boost to the figure of the artist as a shaman and magician of creativity, gaining some importance in the dynamics of power within this field for the first time in modern history. But during the second half of the century, the art world got exponentially corrupted, between the ferment of the most deregulated market and the field that more subjectively produces the criteria of value; a process that has had art as the main victim and the artist as collateral damage.

This phenomenon became more conspicuous in the last decade, after the implosion of the so called “contemporary art bubble” generated by the inflation of prices and the fabrication of towering figures whose work wasn't really up to the masterly level granted by the market. That made the main auction houses to turn their attention to Modernist art, the closest solid stone they found to step on to try and keep their mill grinding. Afterwards some big galleries started following suit and added to their stables artists doing some sort of Modernist flavored art, resulting in the rising tide of formalist art (critic Walter Robinson branded it as Zombie Formalism), flooding art fairs, mainstream magazines, galleries, and museums.

In an atmosphere ridden by this sort of “After Modernism”, nothing more appropriate than a manifesto, the Modernist gesture per se, turning Ezra Pound’s dictum “Make it new”, which embodied that period's spirit, into “Make it good”; not as a war cry but a whisper of hope for the future of Art and the important roll it plays in the spiritual health of our civilization, which is quickly transforming under the influx of the new technologies, although it doesnt necessarily have to lose its soul in the process, as it can even grow and expand, if we use them wisely. .

On the other hand, galleries are increasingly favoring the work of wealthy hobbyist (who thought art may be a good business idea, considering the correlation of work hours, supplies costs, and sale prices), over the work of seasoned creators who, some times get invited to exhibit along them only to lend their aura and being a sort of sales facilitators to the ones who pay for the walls by square feet.

Thus, by making it good we may try to amend the powerless position artists have been designated, and perhaps even turn the tables in our favor, so all Artists, young and old, schooled or self-taught, could thrive with their Art,
no matter if they do not follow the old formulas revived by the new formalist fashion, or cannot or wish not pay for walls in galleries and fairs. There is no need for another "Ism" in pursuit of experimentation and formal novelty (something already done a century ago), but to create a movement capable of grouping and empowering artists who create excellent forms, loaded with content and substance -which has been forever the essence of great art, from antiquity to contemporaneity.

Let's unite and validate our peer artists works as we are the best equipped to tell the real thing from the bullshit in our specific field, and now is the moment to use that discerning eye, in our best interest.

Do not allow anymore that someone else decide who are the geniuses and master artists who deserve all praise and money -usually way excessive for their banal works, but perfect in their roll of commodities destined to feed a bogus market. Artists must recover our place in the art world, and the whole society, since we are the ones who create that luxury object, that trading commodity, which is even more valuable when we treat it as materialization of the intelligence, sensitivity and spirituality of the specific human group we belong to, and ultimately of the entire human race.


Following the example of the Salon des Indépendants (created in 1884 by the Impressionists when their works were rejected by the official salon of the Académie Royale de Peinture) we can get rid of the speculators and swindlers who invented a market that was born crooked, and create our own alternative artistic market, according to our needs and interests. Despite the fact that art is a very competitive profession, we must put aside competition and practice cooperation more. Competition weakens and divides us, cooperation strengthens and enhances us as artists and human beings.

Let's
organize our own groups according to personal and artistic affinities, produce and curate our independent exhibitions, using our own means, which are many, despite not having a large financial capital, but we have an equally important capital, the relationships and contacts in the most diverse strata of society, the creativity with which we can face the most diverse challenges in the production of an event and, of course, our intense desire and need to spread our work and succeed with it, commercializing it honestly, at equally realistic and worthy prices. Thus we would replace the Modernist concept of "solitary genius" with that of Collective Genius: multiplied synergistically by the union, our total reach is greater than the simple sum of the individuals.

The other option would be to continue complaining and criticizing the excesses of the art world
, it will lend us a momentary catharsis, an ephemeral psychological relief, and the garantee that all will keep unchanged.

Rafael López-Ramos

P.S.- Something else we could do in the meantime is advocating for these 2 bills to be aprooved by the Congress of the United States:
- Artist-Museum Partnership Act
- The Artist's Resale Royalty 

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