El siguiente artículo de Alejandro de la Fuente acaba de ser publicado en la sección Búsqueda, del número 1-2012 de la revista Espacio Laical, de la Arquidiócesis de La Habana. Nos complace compartir un texto que analiza asuntos de candente actualidad y formula preguntas que todos los cubanos nos hacemos con mayor o menor grado de esperanza o escepticismo.
Resulta de suma importancia para el devenir de la nación cubana la influencia positiva que pueden ejercer sobre los procesos sociales en la Isla nuestros intelectuales radicados en la diáspora. Por esta razón, accedieron a discernir, en las páginas de nuestra revista, los destacados intelectuales cubanos establecidos fuera del país, Alejandro de la Fuente y Luis Manuel García Méndez.
ENTRE PAQUETES Y ANTOLOGÍAS: LA CULTURA CUBANA ES UNA SOLA
Por ALEJANDRO DE LA FUENTE
Fue una sorpresa agradable. Llegamos al aeropuerto internacional José Martí y, en lugar del oficial hosco y grosero que siempre recibe a los visitantes que vienen de los Estados Unidos, especialmente a los cubanos, esta vez nos esperaba un oficial de inmigración cortés y amable. «Bienvenido,» me dijo. Esbozó algo parecido a una sonrisa. La escena se repitió en la aduana unos minutos más tarde.
¿Bienvenido? ¿De veras? De veras, bienvenido. Y no es un caso aleatorio: otros amigos y familiares que han visitado la Isla recientemente reportan un comportamiento similar. Alguien parece haber dado la «orientación» de sonreír y de tratar a los visitantes no como un mal inevitable, sino como familiares que regresan a casa, contentos y cansados. Esta vez no me sentí como un puñado de dólares que es necesario recaudar a toda costa. Esta vez no sentí que era un indeseable, un miembro de la “mafia anticubana”, un apátrida, un desertor o un gusano. Por primera vez desde que salí de Cuba, hace casi 20 años, sentí que regresaba a mi tierra por derecho propio, que no había nada de extraordinario en mi viaje o mis acciones. Por fin, un aeropuerto aburrido y de rutina en La Habana , no un alambrado de púas y alto voltaje. “Bienvenido”.
Del otro lado del Estrecho de la Florida , una terminal aérea abigarrada y repleta. El proceso de embarque toma horas. La fila interminable de viajeros cargados de deseos, regalos y añoranzas. El montón de paquetes obesos, irregulares y enormes, cubiertos de plástico verde. Hay algo de grotesco en todo esto. La indumentaria estridente de algunos viajeros, el colorete exagerado de otras. La cadena que cuelga del cuello del señor aquel; la señora vestida de brillo, como de gala nocturna. Son las siete de la mañana. La anciana calza botas altas, de tacón elevado. Se las pidió la nieta de 15 años y no cupieron en la maleta. Así que las calza, aunque parezca un mamarracho. Es necesario mirar de cerca. Más allá de las valijas y del plástico, la fila desborda afecto. Cada paquete es un puñado de abrazos. Cada libra de sobrepeso, diez y seis onzas de cariño. Hay miles de libras. La gente paga, sin protestar. Paga por aliviar las necesidades de la tía en Morón, para apoyar el negocito de joyería del primo que vive en la Víbora. Del otro lado del mostrador está Cuba.
A los legisladores de origen cubano que desde el Congreso de Estados Unidos intentan interrumpir este tráfico de afectos y paquetes verdes, una invitación respetuosa. Les ruego que se acerquen al corredor D o E del aeropuerto de Miami y observen las filas interminables que se forman allí cada mañana. Que las miren de cerca, para que vean cómo sus electores se pronuncian en este tema. Los cubanos residentes en Miami están votando con maletas y botas altas. No es un gesto político. Para muchos, no es ni siquiera un gesto, sino un eslabón más en una cadena afectiva que va desde Caimito hasta Miami o Tampa.
A los burócratas de la Isla , que se empeñan en hablar de la “mafia anticubana de Miami”, otra invitación, igualmente respetuosa y sincera. Lléguense por la terminal 2 del aeropuerto “José Martí”, la terminal azul. No hay confusión: es la única terminal en la que se aglomeran cientos de personas. Algunos ríen y se abrazan. Otros se abrazan y lloran. En las “llegadas”, valijas gordas. En las “salidas”, maletas flacas. Los que se acercan a la terminal no vienen a hacer política. La gente viene a recibir y a despedir familiares y amigos. Es otro eslabón de la misma cadena que uno encuentra en el aeropuerto internacional de Miami.
Los políticos han intentado romper esa cadena afectiva durante décadas, sin éxito. Los gusanos de ayer son los tíos de hoy. El presidente George W. Bush los excluyó de su definición de familia, pero los cubanos hicieron caso omiso de ese dictum presidencial y continuaron trasegando afectos y paquetes. Los que se oponen a este trasiego desde Florida alegan que el mismo provee recursos y apuntala al régimen cubano -cada viajero es una especie de colaborador del régimen-, un enemigo potencial. Los burócratas que, desde
La Habana , identifican a cada visitante como un miembro de la «mafia anticubana», están de acuerdo en que cada visitante es un enemigo, disfrazado de pariente, pero creen que este movimiento debilita en realidad al régimen, un mal inevitable. Ni unos ni otros parecen reparar en dos hechos fundamentales. El primero, que ni viajeros ni familiares están pensando en régimen alguno, sino en reconstituir redes afectivas y familiares. El segundo, que el proceso de reformas económicas impulsadas por el gobierno de Raúl Castro está siendo lubricado con los suministros, los contactos y el know-how o saber empresarial de los cubanos del exilio. Las reformas son reales: basta con pasear por las calles de La Habana , especialmente por las zonas no frecuentadas por turistas, para constatar la fuerza de las mismas. La ciudad se ha llenado de negocios. ¿Enemigos, mafiosos? Es cierto que los cubanos que visitan la Isla están apuntalando las reformas económicas, promovidas por el gobierno. Pero es también cierto que dichas reformas crean oportunidades y caminos hacia el futuro, hacia una Cuba nueva y económicamente próspera. Los políticos del desafecto, que son afortunadamente pocos, se están quedando solos.
No pretendo idealizar el proceso de reconstitución de la familia cubana, ni minimizar los obstáculos que dificultan el proceso de reconciliación entre los cubanos. Lo que quiero destacar es que dicho proceso ha comenzado, que se actualiza constantemente y que el mismo es liderado por cubanos ordinarios, no por filósofos, profetas o poetas. La familia que estos cubanos (re)construyen a diario no tiene apellidos políticos. No es una familia socialista, capitalista, liberal, comunista o fascista. Es simplemente una familia que, como cualquier otra, incluye miembros con talentos, orientaciones y simpatías diversos. Lo que los une no es una ideología común, ni preferencias políticas o religiosas idénticas. Los une el sentido de pertenencia a una tierra común y de una historia compartida, aunque esa historia se recuerde a través de narrativas e interpretaciones diferentes, incluso divergentes. Es probable que un combatiente de Playa Girón y un miembro de la Brigada 2506 recuerden la invasión de 1961 de formas muy distintas, pero también es obvio que ambos participaron en el mismo evento y que tienen una historia común. No todos los cubanos compartimos la misma lectura de Juan Gualberto Gómez, de Fulgencio Batista o de Camilo Cienfuegos, pero estamos de acuerdo en que los mismos constituyen figuras importantes de nuestra historia. Puede que no todos los cubanos disfruten por igual a Silvio Rodríguez y a Celia Cruz, a Amelia Peláez y a Wifredo Lam, a Nicolás Guillén y a Guillermo Cabrera Infante, pero ninguno negará que hicieron contribuciones fundamentales a nuestra cultura.
En este proceso, los intelectuales y académicos cubanos -es decir, aquellos que conciben su obra como parte de la cultura cubana, donde quiera que vivan- pueden hacer contribuciones fundamentales. La creación de una cultura nacional inclusiva, plural, diversa y viva no puede estar regida por estrechos criterios ideológicos, ni por el lugar de residencia o aun la nacionalidad de los contribuyentes.
Si aplicáramos criterios territoriales habría que excluir de nuestra cultura a José María Heredia, a Félix Varela, a José Martí, a Guillermo Cabrera Infante y a Reynaldo Arenas. Habría que excluir “El Himno del Desterrado”, Mi raza y Antes de que anochezca. Si se aplicaran criterios de nacionalidad habría que desechar El hombre y el socialismo en Cuba o las Cuatro mujeres, de Oscar Lewis.
Hace años que se viene repitiendo que la cultura cubana es una sola. Aun en los tiempos en que “nos alimentábamos de negaciones recíprocas”, para decirlo con Ambrosio Fornet, la cultura cubana era una sola, a pesar de que entonces se produjera a través de acusaciones e ignorancias mutuas. Ya sé que una conversación entre sordos no es conversación, pero estos sordos compartían obsesiones, lenguajes, historias y amores comunes. Compartían, de hecho, la sordera.
El proceso de creación de una cultura cubana inclusiva ocurre aun a pesar de sus detractores, en el sentido de que incluso aquellos que niegan o torpedean su existencia contribuyen a la misma -de otra forma no sería realmente una cultura de inclusión. Pero en este proceso queda mucho por hacer y sospecho que nadie va a hacerlo por nosotros. Para impulsar dicho proceso nos toca eliminar recelos, combatir exclusiones (todas injustas) y desbancar mitos inútiles, hijos de guerras pretéritas, frías y calientes. Nos toca construir una cultura dialogante y crítica, bajarnos del potro extenuado y canijo del nacionalismo excluyente y estrecho. En pocas palabras, tenemos que desterrar el Estrecho de la Florida de la cultura cubana, hacer puentes.
No sin obstáculos, durante los últimos 20 años se han dado pasos importantes en la construcción de esa cultura. Ahí están los importantes dossiers sobre literatura de cubanos en el extranjero publicados por La Gaceta de Cuba, que valiente y precozmente desbrozó caminos en este y otros sentidos; antologías como La memoria recobrada, del propio Fornet, Bridges to Cuba/Puentes a Cuba, de Ruth Behar, Ensayo cubano del siglo XX, de Rafael Hernández y Rafael Rojas, y muchas otras más. O exposiciones en las que artistas
residentes dentro y fuera de la Isla han compartido espacios, como las presentadas en Espacio Aglutinador; Killing Time, con curaduría de Elvis Fuentes, Glexis Novoa y Yuneikys Villalonga (Nueva York, 2007); Without Masks, la excelente exposición organizada por Orlando Hernández (Johannesburgo, 2010); Ya Sé Leer, presentada en el Centro Lam (2011), con curaduría de Elvia Rosa Castro y varios colaboradores; o Queloides: Raza y Racismo en el Arte Cubano Contemporáneo, que se presentó en el Centro Lam, primero, y en Pittsburgh y Nueva York, después, entre el 2010 y el 2011, con curaduría del que escribe y de Elio Rodríguez Valdés.
Ahí está también, como ejemplo importante en ese empeño, la revista Encuentro de la Cultura Cubana. Fundada por el escritor y cineasta cubano Jesús Díaz en 1996 y publicada en Madrid, Encuentro… fue concebida desde sus inicios como un espacio, incluyente y plural, para la construcción de una cultura cubana sin exclusiones. Su presupuesto central es difícilmente debatible, al menos en mi opinión: “resulta evidente que la cultura cubana es una, y que aun en las circunstancias más difíciles ha manifestado su vitalidad”. En la presentación de la revista, los editores anunciaron que en la misma tendrían “cabida tanto contribuciones de cubanos que viven en la Isla como de aquellos que residen en otros países, y también, desde luego, reflexiones de intelectuales extranjeros sobre nuestro país y su circunstancia. Pretendemos contribuir así a que nuestra cultura aparezca en su diversidad, en su vocación contemporánea e internacional, como una de las principales esperanzas de la nación”. El primer artículo de la revista, escrito por Gastón Baquero, tiene un título que no necesita comentarios: “La cultura nacional es un lugar de encuentro”.
Creo que resulta un acto de elemental justicia reconocer que Encuentro... hizo realidad sus promesas aglutinadoras, acogiendo por igual a escritores cubanos de todas las latitudes y, a veces, también a escritores no cubanos interesados en contribuir con la revista. Cada número sirvió para homenajear a figuras prominentes del quehacer cultural cubano, desde el más grande de nuestros historiadores,
Manuel Moreno Fraginals, hasta Tomás Gutiérrez Alea, el gran cineasta de la epopeya revolucionaria, un creador igualmente nuestro.
Al mismo tiempo, sin embargo, la revista Encuentro… ejemplifica, quizás mejor que ningún otro proyecto cultural, las dificultades y obstáculos que se alzan en el camino de una cultura cubana inclusiva y única. A pesar de su impecable nivel editorial y de su noble propósito, compartido por la mayor parte de los intelectuales cubanos dondequiera que vivan, el proyecto editorial Encuentro… fue atacado por algunos voceros del oficialismo cubano, que intentó caracterizar a la revista como un panfleto antigubernamental, financiado por oscuros intereses. A pesar de que permaneció fiel a su propósito aglutinador -el último número de la revista publicó un dossier sobre «Raza y Racismo en Cuba”, coordinado por un servidor, en el que se incluyeron varios textos de autores residentes en Cuba los ataques oficiales contra ella contribuyeron a enrarecer el “lugar de encuentro” al que hacía referencia Baquero en su artículo introductorio.
Los obstáculos al proceso de creación de una cultura cubana inclusiva florecen no sólo en la Isla , sino también en ese espejo de Cuba que es el sur de la Florida. En este sentido la presentación de Pablo Milanés en Miami en agosto del 2011 me parece paradigmática.
Diversas organizaciones del exilio histórico pidieron a las autoridades locales que cancelaran el concierto, al cual calificaron de afrenta a la comunidad. Organizaron vigilias de protesta y trituraron CDs del famoso cantautor, fundador del movimiento de la Nueva Trova , uno de los iconos culturales de la Revolución cubana. La prensa de ambos lados del Estrecho de la Florida se hizo eco de las protestas. “Miami no cree en lágrimas: trituran discos de Pablo Milanés”, publicó el sitio oficial Cubadebate. “Exiliados protestan contra concierto de Milanés”, reportó El Nuevo Herald. Cierto en ambos casos. Pero tomemos nota. La noticia verdadera es que Pablo cantó en el American Airlines Arena de Miami y que lo hizo sin que el sur de Florida sufriera la suerte de Pompeya.
La presencia de Pablo y de otros músicos, artistas, escritores y académicos cubanos en Estados Unidos durante los últimos dos años ha sido posible gracias a la política de intercambios académicos y culturales de la administración de Barack Obama. Muchos de nosotros hemos trabajado en promover, proteger y sostener esos intercambios. Muchos de nosotros protestamos cuando los mismos fueron limitados, de forma absurda, por la administración Bush. Pero para que esos intercambios ayuden a la construcción de una cultura cubana inclusiva y no a cimentar divisiones y resabios, es preciso que todos, desde Cuba y desde Estados Unidos, defendamos la noción de que los intercambios con “Cuba” deben incluir la participación no sólo de intelectuales residentes en la Isla , sino también la de cubanos que viven en otras latitudes, dependiendo desde luego de las peculiaridades del proyecto en cuestión. Muchos pintores cubanos residentes en el exterior se quejan, por ejemplo, de que no son incluidos en las exposiciones de arte “cubano” contemporáneo que circulan en Estados Unidos. Por sólo mencionar algunos nombres, pues la lista sería larga, estoy pensando en artistas como Alejandro Aguilera, Ricardo Brey, Humberto Castro, Ángel Delgado, Tomás Esson, Juan-Si González, Rafael López Ramos, Segundo Planes, Carlos Rodríguez Cárdenas y Leandro Soto. Esta visión no es siempre fácil de defender en los medios académicos norteamericanos, donde la distinción Cuba/Miami está muy arraigada. De hecho, muchos académicos norteamericanos usan a Cuba para autodefinirse como liberales y pensadores críticos.
Es, además, una visión tentadora para algunos académicos en la Isla , pues les permite monopolizar conversaciones y temas y parapetar la mediocridad detrás de un nacionalismo de botica. Los que compartimos el credo de que la cultura cubana es una sola hemos de ser consecuentes con el mismo y trabajar, juntos, por eliminar los obstáculos reales e imaginarios que se alzan en el proceso de construcción de esa cultura. Esto implica enfrentar, por una parte, la tendencia a identificar cada intelectual procedente de la Isla como un “agente” gubernamental y, por otra parte, la tendencia a percibir cada esfuerzo externo como un proyecto auspiciado por la CIA. Implica, además, desmitificar el peliagudo problema de los financiamientos, un argumento que algunos sectores de la burocracia cubana esgrimen (frecuentemente sin fundamento alguno) para deslegitimar proyectos interesantes y constructivos. Entiendo que no toda la plata nace igual, pero hay algo que debe quedar claro: no hay plata inocente, ni de un lado ni del otro. Y es necesario eliminar las listas de académicos, músicos y escritores proscritos, especialmente aquellos a los que se les impide el acceso a nuestra tierra. En la mayor parte de los casos, nadie sabe quién les prohibió la entrada, ni recuerda las razones que se usaron para justificar dicha prohibición en el pasado. Hay que desmantelar eso.
Pablo cantó en Miami y no pasó nada. Alguna gente protestó, haciendo uso de un derecho legalmente protegido. Pero Pablo cantó. Por una noche el American Airlines Arena acogió a “Yolanda”, “El breve espacio en que no estás”, “Yo no te pido”. Miles vinieron a escucharle; otros tantos (me apunto) seguramente se quedaron con las ganas y esperan tener la oportunidad de ir a uno de sus conciertos en el futuro.
Esperemos que algún día no lejano podamos también escuchar a Gloria Estefan en la Ciudad Deportiva de La Habana. ¿Se imaginan? ¿“Mi Tierra” sonando en el corazón de La Habana ? “De mi tierra bella, de mi tierra santa...” El día que se arme esa cumbancha los cubanos todos, cualesquiera que sean nuestras preferencias políticas, religiosas, sexuales o hasta musicales, tendremos algo que celebrar.
15 comentarios:
Muy bueno este escrito del sr De la Fuente completamente de acurdo con lo que expresa. Rafa felicidades para ti y todos los mostros que menciona y los que no mencionan pero se saben quien son......
Sagitario Samurai
Alejandro es un historiador al que admiro y una persona a la que estimo desde nuestros años de estudiantes. Por eso mismo creo que es honesto recordarle que su lista es muy incompleta, escorada a la parte académica, o a la zona del arte que él visita con protagonismo y eficacia, pero que no es su medio "natural". Desde 1991, tanto la generación de los ochenta que salió de Cuba como artistas contemporáneos consagrados del exilio han realizado y protagonizado proyectos, catálogos y antologías que en su texto se ignoran y que podrían contribuir a ver la diversidad y complejidad de este asunto. Muchas gracias a Los Lirios por acoger desde otra perspectiva este tema, dicho sea de paso.
Gracias a Sagitario y a IvaN por sus comentarios. Creo que en el contexto-de-este-texto (que habla en general de la división de la cultura cubana entre un adentro y un afuera) un reclamo de completud sobre el terreno de la plástica es como un poco exagerado si no totalizante, rasgo muy nuestro en ambos lados. Especialmente tratándose de una historia llena de huecos negros, de legitimaciones exageradas y vacíos escandalosos. Si algo ha tenido de interesante este estado diaspórico ha sido precisamente la atomización de todo, incluyendo la legitimación.
Felicidades Alejandro! Hacen falta mas textos como este, y tambien mas proyectos como los que mencionas. Son de gran valentia y estan haciendo historia!!! No me preocupa (como a IvaN) el que no mencionaras a TODOS los proyectos que se han hecho en el exilio. Unos cuantos ejemplos dejan claro la idea y no creo que pretendieras hacer una antologia de los mismos: bueno, quizas otro buen proyecto por hacer...
Gracias anónimo por compartir tu opinión, aunque sería más interesante si pusieras tu nombre...
No creo que plenitud y totalitarismo sean la misma cosa (repasemos tan sólo nuestros placeres físicos). En fin, ni siquiera creo que hay que seguir dando vueltas a este pequeño desacuerdo.
Ahora bien, si, como apunta RLR, lo que propongo es imposible por la atomización, dispersión, etc. deberíamos convenir en algo que sí puede ser más importante: La Cultura Cubana "No" Es Una Sola. Ni falta que le hace.
IváN no me parece elegante descartar el problema que planteo recurriendo a una metáfora inexacta, yo no hablé de "plenitud" sino de "completud" en alusión a tu reclamo de que "su lista es muy incompleta" cosa que me pareció totalizante porque me recordó el afán centralizador del Ministerio de Cultura y sus nóminas de los que son y sus oscuras listas de los que no son. Por eso menciono la legitimación, porque ese sigue siendo el nombre del juego, en La Habana o en Hong Kong -por cierto eso de rebajarle el perfil diciendo que el hombre es historiador o que el arte no es su medio natural suena bastante fula. En fin, que a propósito de un texto muy general sobre la cutura cubana alzas la voz en un pitazo de acera en la lucha por el capital simbólico en el campo de la curaduría de arte. Yo ni siquiera conozco personalmente a Alejandro de la Fuente pero me parece muy bien que mencione su proyecto Queloides que ha analizado un tema generalmente barrido bajo la alfombra en todos los polos de la cubanidad, y por su puesto, que mencione y reconozca mi nombre y mi obra, tan deliberadamente ignorada por otros.
Y sí, claro, la cultura cubana es o no es una sola, es una hidra o un cienpiés, un cosmos o una bacteria, con su flexibilidad de Lego y de acuerdo a los intereses o estado de ánimo de quien la piense o escriba.
excelente articulo y me da esperanza porque cuba debe progresar sin amenazas de fuegos shock and awe y ahora existe esa posibilidad ahora mientras esos canones de noble teson se apuntan a iran. desafortunadamente, nosotros cubanos que deseamos una cuba post moderna y en la cama de post coitus revolucion y con la ironia de lo engendrado y lo que es misterio de lo que va a tomar forma... nos preocupa la presencia de los estefans en cuba porque imaginate : They Suck!!!
No creo que Gloria Estefan sea el mejor ejemplo de cultura cubana, incluso de cultura. Es una cantante de pocos recursos y, a pesar de los ritmos que la acompañan, fría como un témpano de hielo. Artistas, en el real sentido de la palabra, han sido y son Celia Cruz, La Lupe, Albita Rodríguez o Xiomara Laugart. Hay que tener cuidado de no meter a todo el mundo en el mismo saco.
Rafa, te has pasado de susceptible, hermano. Lo único a lo que le quité hierro fue a mi propia intervención. Mantengo sin embargo que no creo que "la cultura cubana es una sola". Ni ninguna otra que yo conozca. Salud!
Javier, ese peligro del shock and awe lo veo lejos en Cuba, que solo representa para ellos un depósito de votos al sur de la FL, la verdadera guerra es haber mantenido el status quo en la isla por esa razón espuria y algunas otras "razones de estado" que quizás algún día les sean divulgadas a las generaciones futuras, cuando de esta etapa sólo quede la vaga noción de que Fidel Castro fue un dictador de la época de Los Van Van.
Anónimo no seas tan severo, yo veo perfectamente a la Estefan presentándose en La Habana junto a Alfredito Rodríguez en un show que abra con el teatro de La Colmenita, en el Teatro Karl Marx.
IvaN, de lo único que puedo haberme pasado es de honesto, cualidad que no resulta de muy buen gusto en este mundo tan adicto a la mentira y el simulacro.
Pues felicidades por tu honestidad. Y perdona mi "metáfora inexacta", que no es otra cosa que una frase nimia. Si fuera "metáfora" (que no llega) estaría obligada a ser inexacta. Como te dije, era un simple comentario y ha levantado la polvareda, que no acabo de entender, de falta de elegancia, alusiones a deshonestidades, simulacros, etc. Yo escribo y firmo. Aquí y en la Conchinchina, aunque no soy ejemplo de nada. Te reitero mis disculpas por el comentario. Ten por seguro que no se repetirá. Chao.
No hay nada de qué disculparse. Dijiste lo que pensabas del artículo de AF yo dije lo que pensaba de tu opinión y ambos lo hicimos con la mayor transparencia. Empate técnico.
¿Me puedo quejar?: ¡Ay!
César
Pues hay que hacerte la cesárea, si no soportas los dolores de parto.
Publicar un comentario